lunes, 2 de julio de 2018

Meade: las lágrimas de un chingón   

 Meade: las lágrimas de un chingón

  

 

Brindemos por un gran candidato, el que hoy perdió, el que ya se apunta para 2024

 

“Hay hombres que lucha un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. Bertolt Brecht

 

Magnánimo en la derrota

A las 8:10 pm nació el candidato presidencial que hasta ahora estuvo ausente. José Antonio Meade Kuribreña salió al público, como pocos demócratas y sólo como los grandes, a reconocer su derrota.

Solo un hombre de Estado, que en realidad quiere al país, puede salir con el semblante entristecido y con lágrimas en los ojos a anunciar que las tendencias en la contienda presidencial favorecían a Andrés Manuel López-Obrador. Llamar a sumar esfuerzos —ya no solo voluntades— en apoyo al próximo presidente de nuestra nación.

Como estratega que es, en medio del fracaso, tuvo el tiempo y la visión de posicionar al país; de enumerar una a una sus fortalezas, sus retos y lo no poco que se hizo durante el sexenio que expira.

Capacidad de sobra para conectar —como nadie puede hacerlo mejor— los distintos ámbitos del acontecer nacional con conocimiento de causa y siempre, siempre, siempre plasmando ventanas de oportunidad para México.

 

Agradecido en los peores momentos

Meade tuvo el valor de reconocer a su partido, sin siquiera insinuar apropiarse de él. En este momento, pudo agradecer al gobierno, a quienes confiaron en él, a Aurelio Nuño y a René Juárez Cisneros, sin olvidar a la persona qué más hizo por su campaña sin ser parte de la estructura: su sonriente compañera y valiente esposa, Juana. Respetos a esa señorona.

A su familia y a todos los que ayudaron que estuviera ahí. Correspondió a todos los que votaron por él, cosa que olvidaron hacer los demás contendientes. En ningún momento repartió culpas, ni buscó pretextos, afrontó una realidad por demás dolorosa para él —lo demostraron sus gestos y sus lágrimas—; y, en su dolor, demostró el gran amor por México y su tamaño de demócrata.

Lágrimas son de un chingón.

 

La democracia necesita demócratas

José Antonio Meade fortaleció la institución de la democracia; en ningún momento impugnó los números, ni insinuó problema alguno. Acató la decisión de un pueblo y la aplaudió al ser el primero de los perdedores en aceptar el resultado.

Avaló los números aún antes de que el INE saliera a dar tendencias a través del PREP. Conoció la decisión de la mayoría y supo fortalecerla y con ello, fortalecer una de las instituciones más caras —necesarias— para todos los mexicanos. Cuando dudamos del INE, él salió a ser parte de un cambio pacífico y democrático. Eso, que no se nos olvide, es invaluable.

Meade coronó con esta aparición una forma de ser. Y es que nunca en su campaña agredió ni vapuleó a sus contrincantes.

 

Nace un gran candidato

Con la frente en alto y el corazón pleno se despide Meade de esta contienda Pero, buscándolo o no, se inaugura como el verdadero contrincante de una campaña que hoy inicia para el 2024. En ese sentido, de la tristeza surge dignidad, fortaleza y una nueva esperanza para la clase política mexicana.

Para aquellos, que hagan de ello una razón de vida, de trabajo honesto, de servicio a la patria y sobre todas las cosas, un amor incondicional y real por construir un mejor mañana. Esperemos que no se vaya lejos; que no se pierda lo construido ni la decencia que le imprimió a la política nacional. Estas son las semillas de un deseable futuro.

Brindemos por un chingón.

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