EL V PODER
POR RODRIGO AGUILERA MORALES
Se Registran
Chalo
y Susana por
la
Diputación
Federal
La efervescencia política se vive con
toda intensidad en Movimiento Ciudadano Puerto Vallarta y su Distrito 5. Al
menos cuatro importantes figuras del partido naranja estarán registrándose como
aspirantes a la legislatura federal. El Presidente Municipal de Atenguillo,
Rosalío "Chalo" Villaseñor, la regidora Susana Rodríguez, la
funcionaria Guadalupe Guerrero y el Secretario General del Ayuntamiento de
Puerto Vallarta, Víctor Bernal completan el listado.
José Gómez
vs. Paniagua
En Bahía de Banderas y su Distrito
Federal se tiene como virtuales contendientes a los ex alcaldes José Gómez y
Héctor Paniagua Salazar, quienes desde sus institutos (Paniagua con la alianza
PAN PRD y José por el PRI) buscarían llegar a San Lázaro.
Alcaraz
Coordinará Para
Meade en
Jalisco y Nayarit
El popular Augusto "Tito"
Alcaraz Valencia tiene tanto carisma y buena estrella que desde el centro de la
república le han confiado la operación de la causa de Pepe Toño Meade en
Jalisco y Nayarit, no únicamente en Vallarta y su Distrito 5.
José Antonio Meade tarda 63 minutos en
recorrer la distancia entre el estacionamiento y el presídium que ha sido
instalado en la explanada del PRI. Estrecha manos, se deja abrazar, sonríe
tanto que el gesto parece congelársele, los priistas se toman con él centenares
de selfies.
Si algo se ha renovado en la liturgia, como ahora le dicen a las
costumbres patriarcales en ese partido, es la difuminación de los destacamentos
corporativos en beneficio de los militantes. Ya no se es priista únicamente por
la adhesión al líder sindical o al cacique del barrio sino ahora, además,
porque la foto con el precandidato circulará de inmediato en las redes
digitales. La imbricación del espacio público político y la arena virtual no
significa, al menos en este caso, nada más que ese reforzamiento de la
identidad en el militante que se precia de la foto junto con el elegido.
Retórica y escenografía, por lo demás, son las mismas de siempre.
Los chillones locutores que acaparan el micrófono durante el largo baño
de pueblo priista al que se somete Meade intentan entusiasmar con gritos
desafinados, mencionan a los priistas ilustres que han acudido al registro del
precandidato, entonan estribillos y exigen porras con escaso éxito. La
respuesta de los varios miles de priistas es tibia. Tampoco se conmoverán
cuando Meade les pide aplausos para el líder Enrique Ochoa Reza y ni siquiera
cuando elogia “el talento y la
sensibilidad de un gran mexicano, de un arquitecto del cambio, un mexicano con
temple, valentía y gran amor a México: ¡Enrique Peña Nieto!”. La ovación es tan
tímida que Meade tiene que encabezar el coro “¡Peña, Peña, Peña, Peña!”. Pero
quienes le siguen son pocos y aquellos que acompañan el grito con el puño en
alto resultan todavía menos.
Descafeinada en comparación con la intensidad retórica y la simulación
enardecida de otros tiempos, la liturgia priista se cumple de manera rutinaria,
para cubrir un expediente que no sacude a los militantes de estos tiempos.
El precandidato que no forma parte de partido alguno dedicó toda la
semana a congraciarse con el PRI. Su discurso ayer domingo, al registrar su
postulación, comenzó con una retahíla de reconocimientos a los patriarcas
sectoriales, a los gobernadores miembros de ese partido, al gabinete
presidencial del que formó parte, y en cada frase durante esa extensa
salutación se expresaba una búsqueda de empatía con los priistas de quienes,
hasta ahora, había decidido ser formalmente ajeno.
“¡Con la CTM fortaleceremos la prosperidad familiar!”, “¡Con la CNC en favor de las familias
campesinas!”, “¡De la mano de la CNOP las familias sentirán en sus bolsillos el
crecimiento de México!”. Cada apelación a dirigentes, segmentos, camarillas y
clubes del PRI, recuerda la distancia que hasta ahora ha mantenido respecto de
ellos. Hay quienes consideran que una de las fortalezas de Meade radica en ese
alejamiento. La idea de que el desprestigio de los partidos puede resolverse
acudiendo a personajes que no han formado filas dentro de ellos se ha
convertido en una leyenda que el PRI, igual que otros partidos, asume
acríticamente. Por lo pronto, antes que nada, el precandidato tiene que
convencer a los priistas de que aun cuando no es como ellos y no forma parte de
ellos, le pueden tener confianza para abanderarlos.
El mensaje de José Antonio Meade es tan hueco como la vehemencia de esos
militantes. La misma retórica, los mismos lugares comunes, el mismo afán por
frases que hoy ocuparán primeras planas aunque digan poco o nada. Quienes le
escribieron su discurso determinaron que Meade ofreciera mucho pero sin
comprometerse a nada. Muchos qués y ningún cómo.
Ya habrá tiempo, dirán, para el programa y los detalles. Pero este
inicio de campaña (bueno, anticipación de la precampaña según los plazos
formales) mostró a un aspirante presidencial con enormes dificultades para
convencer porque no manifiesta vocación de compromisos específicos. Su lastre
principal son las ataduras con los gobiernos de los que ha formado parte y de
los cuales no puede diferenciarse porque él mismo fue corresponsable de los
yerros y limitaciones de esas administraciones.
Sólo delante de un auditorio adocenado, o indiferente, se puede decir
sin suscitar reclamos que hay que contagiar “de optimismo a los mexicanos de
que sí podemos hacer realidad nuestros sueños… México está por arriba de
visiones pequeñas y perdedoras. Para México no hay obstáculos”. La política,
reducida a exhortaciones reconfortantes, es la negación de la política. Meade
aseguró que propondrá “una vía clara, realista y sensata de lo que México puede
llegar a ser”. Habrá que conocer esa hoja de ruta, si es que resulta diferente
a la que hasta ahora él mismo ha compartido. Por ahora la ausencia de
precisiones, convertida en eje de su discurso inicial, es mal augurio ante la
posibilidad de una campaña electoral escasa en ideas y abundante en
descalificaciones.
Frases en busca de contenido: “Las fuerzas armadas nos han dado certeza.
Es tiempo de que les correspondamos”. “Piso parejo… Las mujeres serán
protagonistas centrales de nuestro crecimiento”. “Educación para aprender, para
emprender, para fortalecer”. “No hay que demolerlo todo, no hay que cambiarlo
todo”. “Apostamos por la experiencia y
no por la ocurrencia”. “Creemos en el hambre de servicio, no en el hambre de
poder”. Esas y otras fórmulas dicen nada mientras no sean acompañadas por
definiciones concretas.
A mujeres y jóvenes, los reivindica ofreciendo posiciones electorales.
La mitad de las candidaturas en el PRI será para mujeres, se ufana Meade,
aunque esa es una obligación que establece la ley electoral. Una de cada tres
candidaturas será para jóvenes, anuncia también.
Todos los candidatos del partido en el gobierno son candidatos de
continuidad y esa circunstancia les impone limitaciones porque no pueden
descalificar a una gestión en la que han participado. Ahora Meade tiene una
dificultad adicional porque el gobierno del que era integrante hasta hace unos
días padece una inédita impopularidad.
Meade tiene que diferenciarse de los rasgos execrables del PRI y del
gobierno sin confrontarse con ellos. Nunca como hoy tantos funcionarios
priistas, entre ellos destacados y avorazados gobernadores, han sido exhibidos
como delincuentes. Eludir el tema es una forma de convalidar trapacerías. En su
discurso de presentación se limitó a decir: “Habrá un combate frontal y
definitivo a la corrupción. Ni un solo peso al margen de la ley”.
Qué tan de frente y sobre todo de qué manera puede decir que ese combate
será definitivo, son dos omisiones en ese aparente compromiso. Ayer mismo
circulaba la edición de El País que traía como nota principal una entrevista de
Javier Lafuente con el precandidato del PRI. A dos preguntas acerca de la
corrupción en los gobiernos de los cuales ha formado parte, Meade respondió de
manera evasiva. Por eso en una tercera ocasión el periodista español insistió:
“- Pero, para que quede claro: ¿Usted está dispuesto a investigar casos
de corrupción de esta Administración, involucre a quien involucre?
- Es que me parece que caemos de nuevo en el planteamiento personal.
Tenemos que movernos en un esquema en el que la pregunta no sea válida. Un
esquema que funcione para todos, en donde el acceso a la justicia y a la
rendición de cuentas sea igual para cualquier funcionario. Vamos a funcionar
bien cuando la pregunta deje de tener mérito. Cuando alguien piensa: ‘El
problema depende de’ es que no entiende el problema de fondo”.
El método Meade ya no para resolver problemas sino antes que nada para
entenderlos, resulta bastante descriptivo de su reticencia para encarar
dificultades. El hasta hace una semana secretario de Hacienda no concibe a la
política como solución de dificultades sino como creación de parámetros para
que los problemas se diluyan, o parezca que no existen. Cuando le preguntan si
combatirá la corrupción aunque en ella estén involucrados antiguos conocidos
suyos, responde que hay que cambiar de esquema. Pero ese cuestionamiento
seguirá siendo impertinentemente esencial. No se trata de cambiar de “esquema”
sino de cumplir la ley.
En su respuesta, Meade soslaya que el “esquema” por el que aboga ya
existe. La justicia se aplica, o debe aplicarse, a todos los funcionarios
públicos. La ley les impone rendición de cuentas a todos ellos. La preocupación
por mudar de “esquema” no es mas que un inaceptable recurso retórico para
esquivar una pregunta enfadosa. El problema esencial no es esa decisión para
responder cantinflescamente, sino el hecho de que una pregunta tan elemental le
resulte incómoda al precandidato Meade.
¿Cuál es, para Meade, el “problema de fondo” en el combate a la
corrupción? ¿Comparte el diagnóstico del presidente Peña que la ha considerado
un asunto cultural, propio de la idiosincracia de los mexicanos? No hay que
enredarnos en un juego de fantasiosos esquemas. La causa principal de la
corrupción es la impunidad.
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