lunes, 15 de mayo de 2017

Peregrinación a Talpa


Crónica de la Peregrinación Anual de la Parroquia de El Pitillal al Santuario de la Virgen del Rosario

Más Difícil que el Camino de Santiago
Peregrinar de Vallarta a Talpa: Ibarría

Por Rodrigo Aguilera Morales

"...creo totalmente en la energía positiva que miles de peregrinxs de todo el estado y muchas partes del país y el mundo dejan en el camino y el santuario que es la meta...."

Como cada año desde hace 18, el sacerdote Agustín Ibarría organiza y acompaña la Peregrinación Anual de la Parroquia de San Miguel Arcángel de El Pitillal, Puerto Vallarta, Jalisco. El recorrido es de más de cien kilómetros a pie hasta el Santuario de la Virgen del Rosario en Talpa de Allende, Jalisco.
La historia de la peregrinación me es cercana. Desde hace al menos diez años la señora Catalina Colín, alma de nuestra Casa Editorial SIEMPRE LIBRES, me ha invitado al camino de la sierra, por una causa o por otra siempre había faltado, hasta este 2017.
En el transcurso de las conversaciones previas a la preparación de los viajes, doña Catalina comparte historias a quienes la escuchamos en la redacción del periódico. No solo anécdotas, sino referencias a la ruta que ahora se sigue, la cual fue diseñada y recorrida por primera vez por el director fundador de SIEMPRE LIBRES, Héctor García Lugo.
García Lugo, lo sé también de muchas conversaciones con él y de leer los reportajes que ha publicado sobre la región, es un conocedor de todo este rincón de Jalisco y lo ha descubierto como debe hacerse: A pie.
"Hay que saber caminar" dice García Lugo al respecto de andar por los cerros y valles de esta región a la que todos estamos atados de muchas formas. El incluso se ha perdido buscando senderos y rutas, escalando cumbres, acampando en zonas mágicas como el Cerro del Cabro , la Bufa y tantos otros sitios.
Pero regreso a la persistencia de doña Catalina en invitar no solo a quien escribe sino a quien ella piensa que debe tomar el camino, persistencia que se requiere para andar, uno tras otro los 100 kilómetros desde el Paso Ancho hasta Talpa.
El recorrido inicia precisamente en esa zona ahora ya muy poblada que cuando inició la tradición de la Peregrinación de la Parroquia de El Pitillal, era solitaria y prácticamente sin casas, ahora el empedrado cansa a las y los peregrinos y peregrinas que quieren calentar los músculos para el esfuerzo que significa iniciar el camino hasta San Pedro, municipio de Puerto Vallarta, que dista 20 kilómetros de subir y subir la sierra.
Esa sierra que tanto admiramos quienes vemos amanecer cada mañana por las ventanas. Hasta allá hay que llegar y el andar es por la carretera que, en esta época del año es polvosa, dura y muy demandante en lo físico.
A cada quien le llega su tiempo de peregrinar
Durante la homilía de la larga misa que celebró en Cabos, justo antes de iniciar el paso final hacia Talpa, el padre Ibarría hizo mención a otra peregrinación famosa, la del camino de Santiago de Compostela en España.
Ibarría comentó que tras haber realizado las dos odiseas puede afirmar, sin temor a eqivocarse que en el recorrido europeo no existe la demanda física que la ruta vallarta-talpense tiene.
La orografía y lo rápido del recorrido hace palidecer al camino del santuario europeo ya que aunque la distancia es similar, allá se cubre terreno apenas con elevaciones y en un lapso de siete días, mientras  que en el andar hacia Talpa se hace en menos de tres días lo que implica un ritmo de más de 33 kilómetros por jornada.
Los números son interesantes,  ya que para recorrer esos 100 kilómetros hace falta dar un promedio de 200 mil pasos. Y de esos 200 mil pasos yo considero que, por lo menos, un 80 por ciento son de subida.
La pendiente hace de las suyas en el ánimo de lxs peregrinxs. También el calor (que llegó a más de 37 grados centígrados) y el descanso tampoco es pleno. Cuando uno se acuesta a reposar, aunque traiga una buena bolsa de dormir, el suelo duro y el frío causan que únicamente el cansancio de la jornada permita un sueño profundo. Pero dura poco, hay que levantarse antes de las cuatro de la mañana para seguir a la próxima etapa. El desayuno es ligero, un café, un pan de dulce. Que saben a gloria en la oscuridad de esas zonas de nuestra región que no están saturadas de población.
Pero esas noches de cansancio y esas madrugadas de desmañanarse tienen una enorme recompensa: Observar cielos estrellados que difícilmente se aprecian en otras partes del país. En esta Peregrinación 2017 la ausencia de una luna luminosa permitía admirar el firmamento completo, constelaciones que por la contaminación luminosa de las concentraciones urbanas es imposible admirar.
Tanta luz había en ese cielo estrellado entre Puerto Vallarta-Mascota-Talpa que se podía caminar sin la luz de la linterna, se veía con claridad el camino, sobre todo en las zonas de carretera y yo, en lo personal, pude apreciar por primera vez el espectáculo del camino fantasmagórico de la Vía Láctea.
Así que, con esos cielos caminar en la madrugada y en la noche, es motivante, aún con el frío (yo aprecié una variación de hasta 20 grados entre las temperaturas máximas y mínimas (la sequía convierte en ardientes las tardes y en helados los amaneceres).
Las ampollas y la preparación. Bueno, en el tema de ampollarse únicamente lxs caminantes expertxs como a Señora Catalina y otrxs veteranxs de la ruta que se colocan cebo en los pies y usan zapatos tan gastados que están a punto de romperse (y por lo tanto no hacen brotar ampollas) salen bien libradxs. En mi caso (por desconocer la ruta) escogí unas botas que estaban muy bien para trepar el cerro pero muy mal para caminar carretera y empedrado y acabé con unas gigantescas ampollas en los puntos de roce con el calzado. Eso, el desde el primer día, así que aunque tenía una aceptable condición e incluso corrí varias decenas de kilómetros de la ruta, cada paso era un sufrimiento que se convierte en una terapia bastante interesante.
Llevé mi mente a la idea de aquellos cristianos de la edad media que se colocaban cilicios y otros mecanismos de penitencia física, incluso, preso de esas alucinaciones de las horas pasadas en silencio caminando que han hecho que otros vean duendes, yo encontraba tentaciones en el camino, como, incluso, hallar un par de tenis en buen estado ¡de mi talla! al costado del camino que me hubieran quedado de lujo para quitarme el sufrimiento, de verdad, de cada paso en los dos pies.
Pero me había hecho el propósito de llegar a Talpa con esos zapatos y rechacé las tentaciones, también las pastillas para el dolor que prodigaba doña Catalina a las y los adoloridos, también vencí mil veces la tentación de subirme a la camioneta en la que nos acompañó Lupe, el incansable, el que siempre tiene buena actitud (y hasta cerveza fría para los momentos más difíciles de la ruta).
Porque ahí viene el otro peregrinar, el otro fenómeno, el de quienes asisten y encuentran satisfacción en apoyar a lxs peregrinxs a quienes todo nos falta, agua, comida, ánimos, sombra, cargar la mochila.
Yo, por mi parte decidí desde el inicio NO dejar en la camioneta mi maleta, era ligera, únicamente artículos de aseo, vaselina, un cambio de ropa completo y una manta impermeable y una cobija para dormir. Cargué también una botella de tres cuartos de litro de Johnny Walker, que quedó perfecta slogan de caminata. Pero no puse en la camioneta que veía venir con el gusto de un naúfrago al guardacostas cuando la sed arreciaba.
Lupe y su hija, quien ya está tomando la estafeta, estaba ahí  cada ciertos kilómetros, esperando al contingente, contándolos (éramos diez Jorge, Lupe esposa, Valdo y su esposa , Bertha, doña Catalina y los dos hijos de Lupe y uno de los hijos de los Lupes)...(CONTINUARA)

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